miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Avance o retroceso?

Mtra. Rocío Rodríguez Pantoja

Es realmente un misterio para mí, la causa de que mucha gente esté obsesionada con los adelantos o retrocesos, como si de suyo “adelantarse” fuera algo bueno, y “retroceder” fuera algo malo. Imaginemos por un momento que vamos conduciendo un automóvil con la idea de llegar a un buen lugar para almorzar. De pronto nos damos cuenta de que el camino que hemos elegido, lleva directo a un precipicio… ¿no sería lo más sano retroceder frente a tan dramática perspectiva?

Claro, se podría argumentar que mi ejemplo es demasiado simplista, por ello me atrevo a poner otro más: Cuando una persona afirma que “parece que seguimos en la Edad Media” o en la “época de la Colonia” o que “estamos volviendo al siglo pasado” ¿a qué se refiere exactamente? ¿Será que con esa expresión quiera afirmar que nuestra arquitectura actual es tan sólida y hermosa como el gótico medieval? ¿A caso querrá decirnos que la unidad e identidad Nacional adquiridas gracias a la Colonización cada vez se fortalece más? ¿O tal vez afirmando que estamos “volviendo al siglo pasado” quiera decir que en este siglo están surgiendo tantos genios de la humanidad como en el anterior…?

Sin embargo aunque esto fuera posible, es casi impensable. La mayoría de la gente aficionada a usar estas expresiones, suele hablar casi en automático del pasado como si fuera sinónimo de malo y del futuro y lo nuevo como si fuera necesariamente mejor o bueno en sí mismo. Por este mismo triste e irresponsable modo de juzgar, mucha gente termina adoptando comportamientos no importándole si son buenos o malos, sino solamente si están o no de moda.

En toda época hay cosas buenas y malas, de manera que lo importante es ser críticos, es decir, saber distinguir lo valioso de lo que no lo es. Claro, es importante avanzar, pero no en cualquier dirección, pues si como en el primer ejemplo avanzamos hacia un precipicio, terminaremos por destruirnos a nosotros mismos. En cambio si avanzamos en la dirección correcta, es decir, si conocemos cada vez más de valor y la dignidad que cada ser humano tiene en todas las etapas de la vida, sus derechos, e impulsamos leyes que protejan el bien de todos, con seguridad llegaremos a una situación cada vez mejor.

Avanzar en la carrera de promoción de una cultura egoísta, irresponsable, que discrimina a los seres humanos según su clase social, “productividad”, género y etapa de desarrollo (como es el caso de los recién concebidos), es adelantarse hacia el precipicio. Sería más sabio retroceder.

Hay quien afirma que las recientes reformas de las constituciones locales de la mitad de los estados en México, que garantizan el derecho a la vida desde el momento de la concepción suponen “un retroceso para la mujer”. Yo sólo añadiría, que si consideramos que “la mujer” de la que hablan, iba directo al precipicio de pedir que la ley le autorice asesinar impunemente a sus hijos e hijas en su propio vientre, el “retroceso” es una magnífica y feliz decisión.

Para las mujeres que valoramos nuestros derechos pero también estamos dispuestas a cumplir nuestras obligaciones y a responder por las consecuencias de nuestros actos, estas reformas son un adelanto en la dirección correcta. Del mismo modo para mujeres que se están desarrollando en el vientre de su madre, es un progreso en la dirección adecuada, pues tendrán garantizado su derecho a la vida como merece cualquier ciudadana.

Una cuestión más: puede que haya quien no esté de acuerdo en cuál sea “la dirección correcta” hacia la cual avanzar. Así pasa en toda democracia. Sin embargo, es obvio que al menos en la mitad del país, hay un acuerdo abrumador sobre este punto, pues las reformas a favor de la vida son el resultado de que los legisladores hayan escuchado las demandas de la sociedad. Es penoso por ello que algunas minorías y medios de comunicación, planteen el asunto como un “atropello” un hecho “penoso y arbitrario” y no posean la suficiente madurez como para al menos respetar el sentir de la mayoría.

Es curioso como algunas personas y grupos que brincaron de alegría, cuando se aprobó en el D.F. la despenalización del aborto, decían a quienes argumentaban que el aborto era malo por ser contrario a la dignidad humana, que no metieran cuestiones moralistas como la “bondad o maldad”, pues lo importante era la “voluntad de la mayoría” y había que respetarla. Pero por supuesto, cuando la mayoría decide lo contrario de lo que los “pro-aborto” quieren, en seguida cambian de criterio, afirmando que medio país está loco, o que esa no puede ser la voluntad de la mayoría, pues esas reformas son “malas”

Creo que es una cuestión de honestidad. Me parece (puede que me equivoque) que a estas personas no les importa ni lo bueno, ni lo malo, ni la democracia ni la sociedad y mucho menos la mujer, sino imponer a toda costa su ideología. Mientras no haya voluntad de entender y buscar la verdad, y de respetar y valorar a todas y cada una de las personas, no será posible trabajar conjuntamente para buscar el bien común. Esto sí que sería un verdadero avance hacia un México mejor.


R.R.P.

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